El Candidato

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El candidato llegó acompañado de su esposa y una amiga. Con gran sencillez y aplomo nos resumió su propuesta política, que tenía como objetivo inmediato, según nos dijo, impedir que Miguel Ángel Rodríguez, apuesta electoral del neo-liberalismo, alcanzara la silla presidencial y profundizara la destrucción del andamiaje institucional que permitía al país avanzar en lo social, defendiendo al mismo tiempo sus recursos naturales y su soberanía. Nos pedía el candidato, con gran énfasis, que lo ayudáramos en la consecución de ese objetivo, que calificaba de progresista y patriótico.

Ante los cuestionamientos y dudas que surgieron sobre el carácter ambiguo y no fiable de su partido y los altísimos grados de corrupción que padecía, Josette, su esposa, intervino asegurando que ella estaría ahí y sería garante de la sinceridad del compromiso. En más de una ocasión el candidato recurrió a citas de su padre, como refuerzo de sus argumentos y guía de su ideario.

La reunión se prolongó por espacio de un par de horas en un ambiente distendido y de camaradería. Al final todos los que algo dijimos coincidíamos en la urgente necesidad de defender las instituciones nacionales señeras como La Caja Costarricense de Seguro Social y el ICE, mejorando su accionar, liberándolo de politiquería, así como la salvaguarda de los riquezas naturales y el fortalecimiento de la educación pública y el resguardo de nuestra soberanía frente a los permanentes intentos por mantenernos como ficha sumisa manejada desde Washington. En todo esto el candidato asentía, y se declaraba feliz de encontrar tantas preocupaciones coincidentes en un “tan selecto” grupo de compatriotas, para concluir, con voz grave y firme, que de eso se trataba y a eso lo convocaba su conciencia y el legado de su padre.

Así con mucha habilidad y simpatía, montado sobre su apellido, aquel candidato improvisado y astuto logró su objetivo real y fue electo presidente, también con nuestros votos.

Nunca antes las corrientes neo-liberales gozaron de mayor impulso que en su gobierno y la presencia de algunos ministros y funcionarios de pasado progresista solo sirvió para maquillar el engaño. José María Figueres resultó ser un total fraude y nosotros, y muchos otros, unos ingenuos de solemnidad.

Ahora regresa al país, al resguardo, por caducidad y “falta de pruebas” de las acusaciones que se le hicieron por su conducta propia de un ambicioso mercader sin escrúpulos. Hábil como ha sido, supo cubrir sus espaldas y no tuvo Lobos o Eliseos que le fallaran. El lógico repudio que provoca su cinismo y desparpajo entre los costarricenses de bien, no ha encontrado reacciones similares entre algunos políticos de su partido que parecen entender que su conducta reprochable, no lo es, y corren a buscar su apoyo y su consejo. Se evidencia así, una vez más, el deterioro moral de quienes, sin decoro ni respeto por la ciudadanía, ponen sus ambiciones e intereses, por encima de cualquier escrúpulo y hacen comparsa. ¿Será acaso que ese deterioro los lleva a ver como normal y válido la búsqueda de prebendas y comisiones, de ventajas y complicidades inconfesables?

Marcharía Costa Rica, sin remedio, al despeñadero y al fracaso como nación, si estas conductas siguieran contaminando la vida política y los destinos del país quedaran en manos de mercaderes, trepadores y sinvergüenzas. Ya mucho se ha perdido y mucho se ha sufrido. Toda una cadena de innombrables han pasado por la silla presidencial. Por encima de ideologías y propuestas programáticas, el adecentamiento de la política nacional es tarea urgente de todos los que ponemos, sobre cualquier diferencia, la defensa de la dignidad y el decoro como ingredientes ineludibles del quehacer político, única forma de garantizar la paz y la concordia y evitar que perdamos Costa Rica.

 

*Arquitecto, Ex-diputado

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