Luis Paulino Vargas | Soñar con los pies en la tierra
1) Democracia vrs. Capitalismo
George Soros es un capitalista exitosísimo, sobre todo un especulador financiero tremendamente hábil. De hecho, uno de los hombres más ricos del planeta. En su libro “Crisis del capitalismo global” (1999) desarrolló un análisis donde contraponía democracia con capitalismo. Su conclusión, puesta en breve, fue: capitalismo y democracia no son lo mismo, y a menudo pueden ser contradictorios. No lo decía un intelectual chancletudo. Lo decía George Soros.
Menciono esto a propósito de lo que ocurre en este momento con Grecia. El gobierno de Syriza tomó una decisión: llevar a referendo popular la decisión de si se aceptan o no las exigencias extremas que les plantea el resto de Europa. Lo hizo después de haber cedido en una amplia gama de aspectos, y después de haber argumentado con solidez la inconveniencia social de las exigencias extremas que se les planteaba (por ejemplo, en relación con las pensiones más bajas o la elevación del IVA), y solicitando límites más razonables en cuanto al alcance de la “austeridad fiscal” aplicada y la magnitud del superávit fiscal primario. Su planteamiento ha estado también reforzado por una sólida estrategia conducente a recuperar el dinamismo económico, generar empleos y modernizar la economía griega.
Europa no solo se ha negado a aceptar que esto sea sometido a decisión democrática sino que desató una brutal campaña de chantaje e intimidación sobre el pueblo griego intentando forzarlo a votar por el sí. Y, sin embargo, una cosa es absolutamente clara: la deuda griega es impagable. A Grecia se le impuso un extremista programa de “austeridad” con la promesa de que así la economía saldría de la crisis y podría pagar la deuda. Como era de esperar, ocurrió lo contrario: la economía se hundió y entonces la deuda se fue a las nubes. Queda solo un camino: moratoria definitiva y que los bancos asuman la dosis de sacrificio que corresponde por un mal negocio.
Sin excepción, todas los pronósticos del FMI han resultado fallidos. Pero las ineptas burocracias europeas y del FMI insisten en exigir que se cumpla con la deuda, en su afán por proteger los intereses del sistema financiero, sin importar el sufrimiento humano provocado. Absolutamente absurdo e irracional.
Ya lo decía Soros: capitalismo y democracia no son lo mismo; incluso pueden ser abiertamente contradictorios.
2. ¿Pagar las deudas a cualquier costo?
Curiosa la forma como alguna gente se afana por enjuiciar moralmente a Grecia y su pueblo, en relación con el tema de la deuda. Básicamente se afirma: quien asume una deuda con ello asume la responsabilidad de honrarla. Es, en rigor, una moral típicamente burguesa: de exigido cumplimiento de contratos. Tan inflexible que prácticamente sentencian: la deudas se deben pagar al costo que sea, muriéndose de hambre si es necesario. O sea, no es un ética de la vida que reivindique la dignidad de las personas como valor supremo. Todo lo contrario, más bien.
Pero estas proclamas moralizantes comenten, sin embargo, un error tan básico como garrafal. Olvidan que en la concesión de un préstamo y en la asunción de una deuda, hay dos partes que asumen responsabilidades y riesgos simétricos. El acreedor tiene la responsabilidad de garantizar que el deudor tiene efectiva capacidad para cumplir su deuda, tanto como el deudor la tiene de esforzarse por cumplirla. Y si el acreedor no cumple su deber con el rigor necesario, no puede alegar luego que ignoraba los riesgos que ello conllevaba y las pérdidas que podría acarrearle.
El caso, incluso, es que los mismos bancos transnacionales acostumbran cargar tasas más altas cuando los créditos concedidos son más riesgosos. Estados Unidos o Alemania pagan tasas bajísimas porque se les considera deudores seguros; Costa Rica las paga mucho más altas porque se le considera riesgoso. Y similar fue siempre el asunto con Grecia. Buen negocio: cobrar tasas elevadas cuando el riesgo es elevado. Ah, pero que no les hablen de las pérdidas posibles que ese mayor riesgo puede traer.
Luego vino lo que vino, producto del despilfarro con que se actuó en Grecia y del cual los bancos transnacionales han sido cómplices directos. A los bancos les gustaba sacar ganancias de ese desorden pero no apechugar las consecuencias que ello tendría. Y mientras al pueblo griego se le ha exprimido hasta el extremo más absurdo, se hace lo imposible por salvar el negocio bancario. De hecho, todos los “rescates” aprobados han sido en beneficio exclusivo de los bancos. Entretanto la economía griega se hundía y la pobreza y el desempleo se iban por las nubes. Agencias como el Banco Central Europeo, el FMI o la Comisión Europea actúan enteramente en función de los intereses de las finanzas y a espaldas de los pueblos europeos.
Y en el proceso, además, la democracia ha sido pisoteada de forma deplorable. Y no solo en Grecia, por cierto.
3. La deuda griega: demencia galopante
Los manuales de economía enseñan que los bancos son “intermediarios financieros”: en una ventanilla reciben los ahorros de una gente y en la otra colocan ese dinero como crédito concedido a otra gente. Esos mismos manuales afirman que el total de dinero en la economía –llamada oferta monetaria– lo determina el Banco Central al determinar la “base monetaria”, como quien dice el dinero primario que engendra (vía una cosa llamada “multiplicador bancario”) el resto del dinero. Estos decires son básicamente falsos. Lo cierto es que la casi totalidad del dinero es creada por los propios bancos comerciales, simplemente porque sí, literalmente del aire. Lo hacen cada vez que conceden un préstamo, que tan solo es una anotación contable y un registro digital en la computadora, la cual, convertido en un depósito a favor de alguien, le proporciona a esa empresa o persona –o sea a ese deudor– el “dinero” para comprar o pagar algo.
Eso es el dinero hoy: algo intangible, esencialmente ficticio pero muy real en sus consecuencias, bajo directo control de los bancos comerciales. Cosa paradójica: los gobiernos –en particular los gobiernos democráticos que se supone representan a su pueblo– han renunciado al poder de emitir el dinero y lo han entregado en manos de bancos generalmente privados. Cosa aún más paradójica: ahora son esos bancos privados los que financian a los gobiernos. Y, lo que es peor, bajo situaciones límite, los gobiernos arriesgan quedar a merced de esos bancos privados.
Básicamente eso subyace a la reciente crisis de la deuda europea (y también a la deuda latinoamericana, 30 y tantos años atrás). En el caso de Grecia, y durante los años de desorden y despilfarro, los bancos transnacionales privados creaban dinero de la nada para financiar los excesos griegos, y disfrutar también del fiestón.
Hasta que la cosa explotó en 2010. Y entonces se levantó la consigna: Grecia debe pagar sus deudas. Y con ese fin se le impuso una política de austeridad realmente salvaje, a cambio de los cuales se les daba “salvatajes” financieros que, íntegramente, iban a los bancos. Grecia “cumplió” con los bancos y ahora quedó enjaquimada con organismos oficiales: la propia Unión Europea, el Banco Central Europeo, el FMI. Y mientras tanto la economía griega se hundió de modo catastrófico, con lo que la deuda se volvió completamente impagable.
A los bancos ya no les importa lo que pase con Grecia; ya les pagaron. Pero los organismos oficiales siguen exigiéndole a Grecia que “cumpla” con sus deudas, y le siguen exigiendo más austeridad, no obstante que se ha demostrado que ese camino tiene solo un destino: el abismo.
¿No es acaso esto demencia galopante, y de las peores?
*Luis Paulino Vargas es doctor en Políticas Públicas y licenciado en Economía, Ciencias Políticas y Sociología. Además de comentarista en Soñar con los pies en la tierra.