Keylor García | EP. Para muchos jóvenes que pagan su condena en el Centro de Formación Juvenil Zurquí, el hecho de no recibir la visita de sus familiares, se convierte en un verdadero sentimiento de abandono y soledad, provocando incluso autoagresiones en esa población.
Algunos abrazan la esperanza de que alguien llegue a verles, pero se quedan esperando con la mirada puesta en la entrada principal, ningún conocido aparece. Cada día de visita para ellos se convierte en una bofetada.
Ante esa situación un proyecto del despacho de la ministra de Justicia y Paz, Cecilia Sánchez, busca fomentar grupos de apoyo externos para contrarrestar los efectos enajenantes del encierro y facilitar la reinserción social.
Desde inicios de marzo de 2017 un grupo de voluntarios preparan diversas actividades para ellos, en torno a la convivencia, el trabajo en equipo y la diversión sana.
Allí, en medio del espacio dispuesto para el esparcimiento del centro penitenciario, veinte muchachos y cuatro adultas jóvenes que no reciben visita de ningún amigo o familiar, intentan adaptarse a las actividades organizadas para ellos. En esta ocasión, aprenden a cocinar sus propios alimentos, se dividen en grupo para preparar hamburguesas.
Durante el espacio, los jóvenes conviven con compañeros de otras secciones, tanto menores como adultos jóvenes, bajo la supervisión de la Policía Penitenciaria. Estas actividades les hace olvidar, aunque sea por momentos, que no están solos.