Recientemente el OIJ abrió una investigación contra un funcionario judicial que en sueños y en horario laboral por cierto, vio cómo se apretaba muy rico a una compañera.
No le bastó ir a contárselo a la trabajadora, sino que le advirtió que no le dijera a nadie más sobre el asunto porque era algo confidencial.
La funcionaria asegura encontrarse temerosa por tal situación. ¡Y con justa razón!
En nuestra sociedad se utiliza cualquier pretexto para justificar el acoso sexual en su mayor parte del macho hacia la mujer, las amenazas solapadas para callar son el pan nuestro de cada día.
La mayor parte de las mujeres lo han sufrido.
El cuento de “soñé con usted anoche” ya lo tienen de sobra conocido, no más se le notifica a la protagonista del sueño, el agresor se regodea haciendo comentarios pasados de tono sobre las vívidas experiencias de índole sexual que ocurrieron en el mismo, en donde acto seguido y por lo general el hombre le pide o insinúa hacer realidad la fantasía.
Si usted es mujer y comenta en algún lugar en donde hay varones que necesita un masaje por encontrarse muy tensa, ipso facto saltarán comentarios de índole sexual en donde sobrarán hombres que se ofrezcan a darle uno de gratis si el mismo tiene “final feliz”.
Tal parece que a las mujeres, la sociedad les coarta las libertades individuales basada en criterios de índole y bienestar masculino.
No hay tema que los machos no aprovechen para hacer chistes de índole sexista o doble sentido y si hay mujeres presentes, mucho mejor para ellos: hacen gala de pavoneos absurdos y grotescos para impresionar a los otros machos en una lucha de egos alfa.
A las mujeres que viven la sexualidad de la misma manera en que lo hacen los hombres promedio se les considera “putas” mientras que a los hombres se les aplaude y envidia por ser avispados y no dejar ir “ni una”.
Los lugares de trabajo se convierten en el caldo de cultivo perfecto para que los acosadores hagan de las suyas. Aprovecharse de niveles jerárquicos más altos para llevarlo a cabo, también.
Algunas personas consideran que las quejas de las mujeres al respecto resultan exageradas y sacadas de contexto porque según ellos, son asuntos que se pueden manejar de manera personal y con una llamada de atención. ¡No! No es así.
Si tomamos en cuenta que en Costa Rica la violencia machista se convirtió en epidemia al contar con 318 asesinatos en poco más de una década, el tema exige toda la atención del caso.
A las mujeres se les acosa por cualquier motivo, basta con que coman un banano, compren un pepino o coman mariscos para que inmediatamente surjan comentarios jocosos sobre el por qué de sus gustos alimenticios insinuando que “comen lo que les hace falta”. Lo peor de todo es que en actitud completamente perversa y tergiversación de los hechos, algunos consideran que las mujeres deben sentirse halagadas y tomadas en cuenta por ser víctimas de comentarios y piropos morbosos en vez de ofenderse. Llegan inclusive a afirmar que debieran de sentirse agradecidas por la atención de índole sexual con la que les agobian en todo momento y lugar.
A pesar de que la gente que hace apología del delito considera que la mujer es la que provoca con su forma de vestir y actitudes, los asaltos de índole sexual son cometidos de manera arbitraria e indistintamente de la edad, forma de vestir o comportamiento. Los machos les asesinan por ser mujeres, por la menor capacidad de fuerza bruta de sus cuerpos a la hora de resistir un ataque o simplemente por haber sido rechazados en sus pretensiones amorosas y deseos reprimidos.
La violencia machista es un problema que perjudica a toda la sociedad como tal. Las mujeres no pueden andar solas, vestirse como quieren o hablar del tema que deseen tal y como sí lo hacen los varones porque de hacerlo, “algo andan buscando”, “la están pidiendo” o “son tierrosas”.
Para muestra un botón: tan solo días atrás, una presentadora de televisión que cambió de pareja de la misma manera en la que cualquier otro tiene derecho a hacer, recibió todo tipo de ataques a través de las redes sociales en donde se le atacó entre otras cosas de estar “calenturienta”, “urgida” y “necesitada”; trato que su ex pareja masculina, no recibió.
Las mujeres no están locas, no se lo están imaginando, ni exagerando. Su género está amenazado en todo sentido y no tienen por qué pagar los platos rotos por las inseguridades, complejos o psicopatías de los hombres. Poner un alto a la cualquier tipo de violencia desde el inicio, es la única manera de evitar que las sigan asesinando.
Las mujeres sí la están “pidiendo a gritos” en el sentido de que piden y con justa razón, la justicia, trato y equidad que la sociedad les ha negado hasta ahora y que como personas en igualdad de condiciones, merecen y necesitan.
La realidad es tan cruda como este comentario de doña Jenny. Sin pelos en la lengua desnuda y señala los comportamientos habituales machistas, especialmente en los centros de trabajo, pero no solo ahí. Lo usual cuando una mujer denuncia o se queja, es tildarla de “loca” para desacreditar el presunto delito. Me alegro mucho que en las últimas décadas la conducta social ha ido cambiando poco a poco; sin embargo, falta mucho, mucho por cambiar. Pero vamos por buen camino. Que sigan denunciando, que saquen a la luz esta cultura inmunda de anti valores machistas que dolorosamente se refleja también en los feminicidios.