Un rebaño llamado Costa Rica: Reflexiones del proceso electoral costarricense

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Por Olman Briceño*

Tener ideas claras en estos días convulsos es complejo. Pero quiero acá expresar algunas inquietudes y reflexiones que me surgen en el momento en que el proceso electoral y la discusión sobre derechos humanos cruzan nuestras comunidades, atraviesan nuestras familias y encienden airadas discusiones en redes sociales (rrss).¿Por qué llegamos a donde llegamos? ¿Por qué un candidato evangélico con aires fundamentalistas gana la primera ronda electoral de Costa Rica? ¿Cual es el pensamiento y la lógica subyacente a esta decisión tomada por un alto porcentaje de costarricenses?

Trataré de esbozar algunas respuestas un poco vagas, que no pretenden ser profundas ni definitivas.

El neomachismo que toma fuerza en algunos sectores jóvenes que relativizan y se sienten marginados frente al creciente empoderamiento femenino y LGTBIQ, al no tener habilidades personales para adaptarse a otras formas de ser y compartir como hombres y mujeres en una sociedad pluralista.

Ante tanta corrupción destapada por casos como el cementazo, donde se ven involucradas altas figuras del poder judicial y “La Ley” estatal pierde toda credibilidad, surge la posibilidad de que las “leyes divinas” sean las que puedan surtir algún efecto en la moral de quienes gobiernan.

El narcotráfico, la pandemia de crímenes que se han desatado en los últimos años, el nivel de drogadicción que crece en los barrios y los ecos magnificadores de estos hechos por parte de la prensa hacen pensar en un fallo absoluto del sistema judicial, esto sumado a su crisis interna, con magistrados suspendidos e investigados, logra generar un efecto de colapso, donde solo la reivindicación de la Ley Divina puede ser la que restituya el “orden perfecto” de las cosas.

Al ser las provincias costeras las que votaron de manera masiva por Restauración Nacional, surge otra premisa clave para comprender el fenómeno en cuestión. Esta es, la añoranza del Estado Benefactor en poblaciones donde el clientelismo se enquistó de manera patológica durante más de 40 años.

Partidos como Liberación Nacional (PLN), al perder su rumbo socialdemócrata, hicieron uso de prácticas clientelares a mansalva en las poblaciones costeras: nombramientos, partidas específicas, bonos de vivienda, todo recurso que existiera funcionaba para ganar votos. En algunas localidades ser de oposición implicaba tener un silencio absoluto para no verse perjudicado en el trabajo, si trabajabas para el estado.

Este modelo, que además impulsó un asistencialismo sin precedentes, es el que representa la figura del Estado Paternalista, es decir de un papá consentidor, que bien podía suplir las necesidades de todos y todas. La caída de ese padre alcahuete coincide perfectamente con los comienzos de las iglesias pentecostales y su discurso orientado hacia la prosperidad, bajo la lógica de que “si crees en Dios serás bendecido y prosperado”, es decir saldrás de la pobreza.

El avivamiento interno intencionado hacia un futuro social y espiritual de gloria, hace de estos grupos fuertes y trabajadores. “Papa Estado falló, pero Papa Dios No”, esto lo vemos representado también en la estructura patriarcal impulsada por estos grupos: concejos de ancianos, pastores, predicadores, salmistas, una mayoría de hombres líderes que cumplen roles de proveedores en comunidades de escasos recursos. Allí donde el clientelismo estatal dejó todos sus vicios, el clientelismo espiritual cobró una fuerza inédita.

Recuerdo en el 2007, como en La Cruz Guanacaste, cantón con los indicadores de pobreza más elevados del país, algunos grupos cristianos repartían comida en los cultos con tal de atraer seguidores.

Elementos más socioculturales vinculados con las distintas fases de crisis que atraviesan las actuales masculinidades y los modos de organización tradicionales que sustentan deben también de tomarse en consideración. Dichas crisis toman matices dramáticos en poblaciones que también ven amenazadas sus formas de subsistencia en el marco de una globalización voraz: pescadores, agricultores, peones, ganaderos. Un discurso de cambio social en el marco de ese proceso crítico genera suspicacias, una “ideología de género” representada (caricaturescamente) como la posibilidad incluso de decidir cambiar de especie bien puede resultar una amenaza aterradora.

Todos estos elementos, realzados por un discurso abiertamente conservador por parte de Fabricio Alvarado, candidato presidencial de Restauración Nacional (PRN) ante el fallo de la Corte CIDH, crearon un efecto viral. El candidato era ubicable, un rostro mediático, ex-periodista de Repretel canal 6, su juventud y su reiterativa y articulada retórica sobre los tópicos ardientes prendieron la mecha de un fuego que podría dejar en cenizas los avances sociales en materia de derechos humanos y llevarnos a un siniestro económico.

Por otro lado ¿Cómo explicar el fenómeno de Restauración Nacional en nuestras provincias vallecentrinas? Es imposible dar una explicación definitiva y de antemano sabemos que el discurso de odio y la homofobia propiciaron un voto visceral y emotivo. ¿Pero cómo comprender este fenómeno? ¿Cual es el marco social de dicha situación? Acá solo apuntaré elementos que me parecen claves:

La herida narcisista en el “imaginario masculino nacional” que han abierto los movimientos feministas y LGTBIQ a partir de su aparición en el escenario social y político. Estos movimientos han desarrollado una proactividad marcada por la organización y la visibilización pública. (PRIDE, Beso Diverso, Marcha de las Putas etc.)

La construcción articulada de un enemigo común para un número significativo de cristianos evangélicos y católicos: la ideología de género. Este constructo pseudointelectual tiene teólogos y “filósofos” que lo defienden y organizan a manera de una teoría conspi-paranoica. Es de vieja data ( años noventas) pero ahora cobra realce para oponerse de frente a los movimientos pro-derechos humanos.

El neomachismo que toma fuerza en algunos sectores jóvenes que relativizan y se sienten marginados frente al creciente empoderamiento femenino y LGTBIQ, al no tener habilidades personales para adaptarse a otras formas de ser y compartir como hombres y mujeres en una sociedad pluralista.

Los tiempos de la post-verdad desorientan, generan incertidumbre y hacen que muchos y muchas vuelquen sus ojos hacia “verdades” sólidas e históricamente probadas. Esto es caldo de cultivo para radicalizaciones que cuestionan la consistencia interna de los discursos científicos, humanistas y de derechos humanos.

La desinformación sistemática y organizada entorno a las guías de sexualidad y afectividad, el aborto terapeútico y los derechos humanos.

El consentimiento rapaz de una prensa irresponsable que “no toma partido” en temáticas que son de trascendencia país. La labor socioeducativa está en el olvido más sistemático e intencionado.

No hay una sola respuesta para todo esto que estamos viviendo como país. Sólo espero dar algunos aportes reflexivos que permitan comprender lo sucedido para poder orientar las subsecuentes acciones.

Estamos frente a un panorama crítico quede o no quede de Presidente el candidato del Partido Restauración Nacional.

Nunca ha sido más urgente y necesario un cambio y una activación de las bases colectivas progresistas, no solo para cambiar el rumbo electoral del próximo 01 de Abril, sino para sincronizar acciones puntuales hacia la educación (alfabetización) en derechos humanos de una buena parte de la población y hacia la potenciación de las virtudes comunitarias de nuestras provincias costeras sumidas en una desigualdad y empobrecimiento que trascienden lo económico.
*El autor es profesor e investigador de la UCR -Guanacaste

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