William Aguilar | Incorrecciones. Con la llegada del Día del Padre, se puso nuevamente sobre la mesa una serie de ideas y temas, con sus distintos puntos de vista. Se comentó por todo el país cuestiones como, qué es la familia, qué es lo mejor para las niños y, sobre todo, qué es ser padre.
Por más que algunas personas se resistan a reconocerlo, vivimos tiempos de cambio. Una serie de conceptos que permanecieron inamovibles durante siglos, ahora caen por su propio peso, y entre ellos se encuentran la estructura de la familia (célula unitaria de la sociedad, dice el común lugar).
De esta forma nos llegan una serie de campañas, algunas cargadas de una simplicidad que las hace geniales desde su concepción; tal como la reciente publicidad de Pozuelo, o los trabajos periodísticos de Repretel y Teletica de las últimas semanas. Esfuerzos cargados de una profunda humanidad.
Pero no solo es tipo de trabajos audiovisuales se han hecho comunes, y por supuesto, no solo dentro de nuestras fronteras se dan muestras del cambio que muchos queremos. Así nos llega el texto del psicólogo español, Alberto Soler, quien con irreverencia propia de soñadores, nos regala un escrito breve pero conciso, sobre las responsabilidades parentales.
Lleva por título: “Yo no ayudo a mi mujer con los niños ni con las tareas de la casa” y desde ahí parte insidioso el ahora famoso escrito.
“Esta mañana he ido de paseo y al supermercado con los niños (ya tienen 15 meses, están para comérselos, ¡de verdad!). En la cola, se me ponen a hablar un par de señoras, y las dos concluyen lo mismo: “hay que ver lo que ayudan ahora los hombres a sus mujeres con los hijos”. Ésta es una de esas situaciones que me encantan para poder provocar un poco y sacar mi lado más feminista. Pero hoy se hacía tarde para comer y me he limitado a sonreír, agradecer y seguir a casa.
¿Que qué le habría dicho a estas señoras? Probablemente, como en otras ocasiones, les habría respondido con un “disculpe señora, pero no, ni ayudo ni pienso ayudar a mi mujer con los hijos”. Y pasaría a explicarle cuál es mi punto de vista al respecto.
Antes de tener hijos yo nunca he sido de esas parejas o maridos que ayudan a su mujer con las tareas de casa. Pero es que mi mujer tampoco me ha ayudado nunca. Y cuando llegaron los hijos las cosas siguieron más o menos igual: ni le he ayudado con la casa ni ahora con los hijos. Habrá alguno que aún no haya pillado de qué va la cosa y esté pensando maravillas sobre mí y apiadándose de mi mujer (¡pobrecita, menudo le ha tocado!). No, yo no ayudo a mi mujer con los niños porque no puedo ayudar a alguien con algo que es mi entera responsabilidad.
Los hijos, al igual que las tareas domésticas, no son el patrimonio de nadie: ni pertenecen a la mujer ni pertenecen al hombre. Son responsabilidad de ambos. Por este motivo me llega a ofender cuando, de modo muy bienintencionado (soy consciente) me halagan con “lo mucho que ayudo a mi mujer”. Como si no fueran mis hijos o no fuera mi responsabilidad. Hago, con mucho esfuerzo y mucho gusto ni más ni menos que aquello que me corresponde. Al igual que mi mujer. Y por mucho que me esfuerce nunca podré llegar a hacer tanto y tan bien como hace ella”.
Soler se extiende aún más en su opinión y responde a preguntas como, ¿Cuáles son las tareas propias del padre y cuáles las e la madre? y, ¿qué modelo queremos dejarle a nuestros hijo? Si lo desea, puede leer el texto completo clicando este enlace.