Por José Merino.
En silencio y a escondidas de la sociedad se va, poco a poco, esculpiendo lo que será el modelo de Televisión Digital para Costa Rica, acentuando todavía más el gran negocio que la televisión ya es hoy para un puñado cada vez más reducido de empresarios extranjeros y nacionales.
Es sabido que Repretel y Canal 7 facturan hoy por publicidad decenas de miles de millones de colones, mientras por el uso de las frecuencias le pagan al Estado anualmente un canon miserable de alrededor de cien mil colones. Un anuncio de 30 segundos en las mejores horas vale más de un millón de colones.
Estamos hablando del uso de un bien público, del espectro radioeléctrico y de los servicios inalámbricos que de acuerdo a lo que dice la Constitución no pueden salir del dominio del Estado, que sólo pueden ser explotados por particulares mediante una concesión o por una ley específica al respecto.
Bienes públicos fundamentales para la democracia, de hecho privatizados y utilizados sin ninguna obligación de las empresas con el Estado y con la sociedad.
Es de hecho una de las mayores, más peligrosas y escandalosas expropiaciones del patrimonio nacional, que trágicamente–y no exagero– se desarrolla ante la fatal indiferencia o la ignorancia de casi toda la sociedad costarricense.
Medios que debían estar al servicio de la libertad de expresión, del derecho a la información, del debate, del entretenimiento, de la educación, etcétera, están en manos de un oligopolio empresarial con cada vez mayor presencia de capital e intereses extranjeros, que utilizan la pequeña pantalla en general como medio de intoxicación de la opinión pública, destruyendo a quienes se les oponen y con programas enlatados de pésima calidad con muy escasas excepciones.
Pues bien, hoy está instalada una comisión mixta que avanza en el diseño de lo que será la TV digital en Costa Rica a partir del 2017. Pensaremos a la tica que eso está todavía muy lejos, pero cuando despertemos de este sueño de opio ya no habrá nada que hacer. Se está negociando, nada más y nada menos, en manos de quién estará la televisión del futuro en nuestro país y de las enormes y nuevas posibilidades que puede presentar en beneficio del conjunto de la sociedad.
En esa comisión sólo la voz solitaria de la Universidad de Costa Rica pregunta: ¿para qué y para quienes, será la TV digital?
Una voz incómoda e insobornable que al principio fue vergonzosamente excluida de la comisión, pero que no logra ,aislada, despertar la conciencia y el interés de la sociedad. Esta debería ser una causa prioritaria de las fuerzas sociales, culturales, políticas progresistas del país.
Es una oportunidad de oro para redefinir aspectos cruciales del uso y distribución de las viejas y nuevas frecuencias televisivas.
El negocio en marcha es de cientos de millones de dólares, y claro los tiburones de siempre con la complicidad del Gobierno no tienen ningún interés en que el asunto forme parte del debate público nacional. ¿Nos quedaremos callados? ¿Volveremos a llorar, como tantas otras veces, sobre la leche derramada? Estamos a tiempo: despertemos, unámonos, actuemos.