Por Sergio Erick Ardón.
No son, por mucho, el principal problema económico de este país, pero son un problema serio, que atañe a lo moral. Cualquier transformación social que nos propongamos, para que sea efectiva y tenga futuro, tiene que montarse firmemente sobre bases morales. El asunto de las pensiones, la inmensa e injustificable diferencia entre las pensiones llamadas de lujo, y las pensiones que reciben la gran mayoría de los pensionados es un baldón, uno más, que distorsiona la convivencia, y es inaceptable, por injusta y por inmoral.
Hemos conocido una lista, que no es completa, de las personas que reciben pensiones por encima de los 5.000.000. de colones al mes. Dineros que salen de las arcas públicas, a las que todos contribuimos, todavía de forma absolutamente injusta, es cierto, puesto que no se cumple el precepto lógico de que quién más tiene más paga, pero es este otro tema pendiente que también tiene que ver con la moral.
La lista en cuestión, que era desconocida por la ciudadanía, ha puesto sobre la mesa el problema de las pensiones. Con alarma hemos conocido, las sumas exorbitantes que “pagamos” a algunas pocas personas. No todos los casos son iguales, ni pueden medirse con igual rasero. Pero ninguno es justificable. Hay en esa lista gentes ricas, muy ricas, incluso opulentamente adineradas, que ponen la mano, sin ningún pudor, para recibir el cheque mensual, que suma a su opulencia una”contribución” nacional. Y esto es profundamente inmoral.
Hay en la lista también algunas personas que tienen cómo único mérito, el haber tenido la diligencia y los compadrazgos para ser favorecidos con la piñata. Ex-diputados, ex-ministros, “servidores” públicos de poco servicio, que se colaron en la repartida.Vividores de siempre de la política, con carreras bien cimentadas en el arte de vivir a la sombra de algún partido.Todo profundamente inmoral. Encontramos también algunos pocos que han militado en las filas de la izquierda, críticos eternos de lo que está mal, pero evidentemente sin las convicciones necesarias para ser creídos. Al favorecerse con la rebatiña de dineros públicos, pierden toda autoridad moral para hablar a nombre de los que si queremos transformaciones y cambios sustanciales. Y esta conducta de doble moral es profundamente, muy profundamente, inmoral, y los descalifica.
La larga lista, e insistimos, que sabemos incompleta, incluye otras personas, con méritos indiscutibles, que conocemos también, no han andado gestionando ventajas y aumentos, pero que pecan por omisión. Sin proponérselo han servido para escudar a otros que si han hecho toda clase de diligencias para aumentar sus descarads pillerías. En todo caso los méritos, los servicios al país, no justifican ni desproporciones ni pagas desmedidas, ni se pueden medir con colones más o colones menos. Eso golpea su ejemplo y su prestigio, y pone en cuestión su decoro.
Si todo esto está mal, muy mal, se agrava cuando bien conocemos que los pensionados, los trabajadores públicos de toda una vida, los incapacitados, los viejos sin otra fuente de ingresos, reciben sumas lamentables que apenas dan para no morirse de hambre. Es tan grande la inmoralidad como la afrenta y la injusticia.
Todo esto que hoy con tristeza conocemos en detalle, lo sabíamos pero no teníamos idea clara de su magnitud ni sus implicaciones, podíamos sí esperarlo, puesto que a la sociedad nuestra se le han ido restando sus valores morales y al dinero, a la riqueza material, se le han ido levantado altares.
Podemos intentar explicaciones, y las habrá en algunos casos, pero justificaciones en ninguno.
Pensiones desmedidas, sueldos escandalosos, negación de derechos a los trabajadores, búsqueda de prevendas y ventajas, precios abusivos, negligencia, irresponsabilidad, todo eso es inmoral y es corrupción.
