Comenzó el Mundial de fútbol y con él un mes completo para que los fanáticos machistas del fútbol desahoguen aun más sus frustraciones hacia las mujeres con quienes comparten el día a día, especialmente sus parejas.
Solamente durante el partido de la Selección Nacional, el 911 recibió 166 llamadas por agresiones domésticas.
El abuso del licor y otras drogas, las celebraciones por los ganes o las lamentaciones por las derrotas; son motivos suficientes para que los machos agredan a placer.
Basta observar los comentarios de muchos de ellos a través de las redes sociales ante la decisión del INAMU de escribir la frase “Por la mujer que me parió” en el uniforme de los seleccionados para concienciar sobre la problemática; pegaron el grito al cielo alegando que de esa manera les estaban robando la celebración del día del padre.
La violencia hacia la mujer viene de todas partes y direcciones.
En la Revista Mundialista de canal 7, los varones presentadores: Édgar Silva, Cristian Mora o cualquier otro del equipo; visten sobrios trajes enteros idénticos mientras que las mujeres como Johanna Solano o Keyla Sánchez por su parte, deben mostrar la «carnita».
¿Qué sucedería si estos hombres presentaran el programa en pantalones cortos en donde podríamos ver sus piernas o en ajustados trajes de ciclista para adivinar sus formas? Impensable, ellos no deben mostrar nada más que su intelecto, conocimiento o buen verbo. A las mujeres en cambio, les corresponde mostrar piel, diferente vestuario en cada presentación y cuerpos esculturales.
Algunas personas aseguran que la culpa es de las mujeres por prestarse para ello, sin embargo, seamos serios: ¿Tendrían idéntica oportunidad las presentadoras de haber sido elegidas para el programa si pidieran utilizar trajes sastre como los de sus compañeros pero en versión femenina? Muy difícil.
Por otro lado, Melissa Mora se estampó en su silicónico pecho, banderas de Costa Rica para darle todo su apoyo a la Sele, lo cual; además de falta de respeto hacia los símbolos patrios, resulta otra forma, sino la única que tiene, para llamar la atención y recibir la publicidad gratuita que recibe y necesita por parte de los medios de comunicación hacia las inversiones que ha hecho sobre su cuerpo. De otra manera, pasaría sin pena ni gloria y completamente desapercibida del mundillo farandulero de nuestro país. Testigos de ello lo conforman las miles de mujeres que emprenden negocios y partiéndose el lomo para sobrevivir no reciben ni una línea de atención por parte de esos mismos medios.
¿Hasta cuándo y después de cuántas muertes y agresiones, la sociedad costarricense continuará permitiendo utilizar lo femenino como objeto sexual al prestarse a este asqueroso juego?
Durante el Mundial Argentina ’78, resultaba un secreto a voces el hecho de que la dictadura aprovechaba los partidos de fútbol para torturar por la libre a las víctimas de la misma. Los gritos eufóricos de los aficionados se confundían entre los ayes lastimeros de quienes se encontraban a punto de morir y nadie se daba cuenta de lo que sucedía al permanecer sumergidos y distraídos entre los goles de sus amados equipos de fútbol.
La gente estaba tan preocupada por la participación de la albiceleste, que poco le importaba lo que le sucediera a la gente que sí tenía conciencia social y denunciaba los crímenes y abusos, oponiéndose a la represión.
Nada ha cambiado, idéntica situación viven todas las mujeres al día de hoy y tantos mundiales después en todas partes del mundo.
Flaco favor le hacen a la defensa de las mujeres agredidas quienes tratan de minimizar las estadísticas sobre los abusos que las femeninas sufren, al alegar que los hombres también la padecen. No se puede equiparar, si usted es machista, por favor no trate de disimularlo al justificar lo injustificable.
Si no va a ayudar a paliar la violencia y de verdad le preocupa que los agresores sigan asesinando mujeres, no sea parte de ella en modo alguno.
El machismo mata, la indiferencia también.
Creo que todas las religiones tratan a la mujer como menos que el hombre. Las monjas le sirven al obispo y al sacerdote. En el Islam la mujer es casi una esclava de su esposo.