El partido político que durante las pasadas elecciones pretendía imponer moral heterosexual a toda la ciudadanía debido a que, según ellos, ese hecho garantizaba tanto dentro como fuera de su gabinete, transparencia completa, honradez y cero corrupciones en su eventual gobierno; ha demostrado qué tan lejos están de practicar lo que predican.
Para ellos, cualquiera que no compartiera su preferencia sexual, se convertía ipso facto en un delincuente en potencia.
Durante el fragor de la campaña política fuimos testigos del uso excesivo de las palabras moral, valores, familia y, sobre todo, fortalecer. Ahora, todo eso tal y como ha quedado demostrado, pasó a segundo plano o borrado del todo.
Sus fieles, convencidos de que los representantes del partido eran los ungidos de Dios y sus representantes en la Tierra, donaron a manos llenas dinero en efectivo o en especie, sin solicitar los debidos controles del caso para que sus elegidos lograran vencer al mal llegando al poder.
Ahora, aunque tienen mayoría en el Congreso, pero pasando a segundo plano por no haber logrado la Presidencia de la República, comienza a aflorar el despelote que se produjo luego de ganar la primera ronda electoral.
Gastaron a manos llenas los recursos que les aseguraba el pago de la deuda política, tanto así que el hijo del fundador del partido cobró millones de colones mientras se encontraba incapacitado con una institución del gobierno o el propio candidato cobró por asesorías periodísticas.
Otros que se ufanaron de trabajar ad honorem, ahora cobran facturas multimillonarias al igual que los oportunistas que les hacían encuestas a la carta y hasta familiares directos que se encargaron de pulir la imagen prístina y diáfana del representante del Señor.
La empresa encuestadora que manipuló a más no poder la opinión pública para hacer creer que quien les pagaba el trabajo era el preferido del público, cuando fue lana, salió trasquilado. Se atuvieron a contactos orales en donde la simple palabra, tal como ellos confían en la de Dios, bastaba para que les saldaran las deudas. Al no ganar la presidencia, se desinflaron los ánimos de tal manera que, en mesa gallega sagrada, han optado por no pagar a sus acreedores pero sí repartirse entre ellos y a manos llenas el botín de la deuda política con la que fueron bendecidos por la cantidad de votos logrados al llegar a la segunda ronda.
Poco importa si las personas a quienes se les debe dinero son familiares directos, indirectos, gente que se entregó en cuerpo y alma para y por el partido, por los ideales de la familia tradicional, aquella cuyos pecados son lavados automática y solamente si entre sus miembros hay heterosexuales; ¡no señor! Ahora lo único limpio que les quedó son las manos por tanto lavarlas para quitarse de encima el tiro de los compromisos establecidos.
Si por la víspera se saca el día, estos actos deleznables aun para ellos, demuestran a ciencia cierta de lo que son capaces con tal de lograr lo que se proponen.
Sin escrúpulos, vergüenza ni pudor, hacen lo que sea para mantenerse vigentes en el negocio de la fe; poco les importó crear estructuras paralelas para maquillar los gastos en los que incurrieron y estafar a propios y extraños.
Precedentes de no pago de deudas existen, ¿cómo olvidar lo que hizo Justo Orozco en el 2012?
En ese año, diez de once propiedades inscritas a su nombre o su cónyuge se encontraban subvaloradas o sin declarar, cuando se le consultó en qué momento iba a cancelar la diferencia de dinero, sin asco alguno contestó: “Pagaré en el tiempo de Dios”.
Recordemos que según las escrituras sagradas:
“Para Dios un día es como mil años y mil años son como un día” Salmo 90:4.
Ante tal descaro, ahora sus acreedores restaurados, tendrán que esperar el tiempo del Señor para recibir el pago con el que trabajaron con tanto amor por su partido.
La sabiduría popular tiene un refrán que viene al dedo con la situación y que recomiendo lo recuerden: “Solo en Dios confío, los demás pagan al contado”.
De lo que no queda duda es que son oportunistas en todo el sentido de la palabra y para los “lelos” que les creen y confían en ellos.
Por ahora, tendrán que conformarse con el consabido:
“Que Dios se los pague”.
¿Aprenderán la lección?