J. Tudó. | EP. A eso del medio día del viernes en las calles aledañas a Metrocentro en el centro de Managua, imperaba la tensión; cientos de ciudadanos, alentados por el movimiento de estudiantes, se lanzaban a las calles para unirse a los manifestantes en distintos puntos de la capital nicaragüense.
El humo espeso de las llantas quemadas en la vía pública nublaba la visibilidad de los conductores que acarreaban víveres a La Catedral metropolitana para asistir a los manifestantes. Allí desde la mañana decenas de estudiantes se habían resguardado tras una escaramuza, pensaban que en el templo estarían seguros, pero minutos después varios estudiantes fueron interceptados con disparos por la Policía Nacional y miembros de la Juventud Sandinista.
A través de las redes sociales quienes estaban en la catedral empezaron a pedir ayuda. Estaban acorralados por las fuerzas oficialistas. Ante la escena, los jóvenes estudiantes empezaron a escribir sus datos en sus cuerpos ante el temor de que les mataran.
Y no era para menos, la noche anterior el joven Luis Lombardo Ruiz Picado fue asesinado, mientras que Richard Edmundo Pavón Bermúdez murió durante las protestas por la tarde en la Universidad Politécnica (Upoli) tras recibir dos proyectiles en la yugular, los estudiantes trataron de reanimarlo, pero no resistió a los disparos y murió en el hospital.
Más tarde, las autoridades informaban de un tercer muerto, el oficial de la policía Hilton Rafael Manzanares.
Desde el pasado miércoles 18 de abril Nicaragua se sumerge en una ola de protestas, la cual ha sido reprimida por el gobierno de Daniel Ortega con violencia policial y militar. A este viernes la jornada cerraba con seis personas asesinadas y decenas de heridos.