La profecía electoral costarricense

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Pronto se les verá por los pueblos con los medios encima, entre bulevares y fotografías de revista maquilladas con programas especializados para quitar arruguitas o captando el mejor momento en el que se toma a una ancianita por sorpresa para besarle la mejilla o se le da la mano a un pobre campesino.

A estos ya se les conoce. Tienen nombres y apellidos conocidos por todos o bien, por las nobles acciones que realizan: adoquinar ciudades, recoger basura y pintar escuelas y hasta ponerse un plumero alrededor del cuello mientras se despotrica contra los seres humanos en nombre de un dios inmisericordioso y castigador que siembra el terror entre la comunidad sexualmente diversa. También aparecerán otros especímenes de brillante cabalgadura que asolarán los televisores, las radios, páginas enteras de la prensa vendida, o peor aún, su imagen aterrorizará un costado de los perfiles de Facebook pidiendo a los ciudadanos un “Me Gusta” a tan despampanantes propuestas para un país mejor.

Todo formará parte del show mediático previamente montado con el contubernio de esos grandes emporios de la desinformación nacional, los cuales ya tienen su candidato, cuya preferencia parece radica nuevamente en Rohrmoser, lugar místico que atrae las energías de los fascistas neoliberales, los chinos y los medios de comunicación, todos insaciables del poder que hoy ostentan.

Pero eso no se queda ahí, todos estos augurios motivan enormemente al costarricense de a pie. Pronto aparecerán aquellos personajes de los barrios y comunidades que hibernan como los osos, pues solo se les ve en ciertas épocas y este año es una de esas. Son los “pegabanderas”, los acólitos del partido que se desviven ofreciendo bonos de vivienda, becas, trabajo en las instituciones, material para el muro de la casa, en fin, cuanta promesa inmoral e ilegal que sea necesaria para captar votos prostitutamente y por supuesto, amparadas y solapadas por el mismo candidato.

Los vientos que se avecinan son tétricos, lo dicen los astros. Como siempre huele a fraude, desfachatez, servilismo del Tribunal Supremo de Elecciones, desigualdad mediática en cobertura e información, competencia entre casas encuestadoras que pretenden ganar adeptos y credibilidad por medio de la mentira y la tensión de película, falsas promesas, candidatos en barrios marginales saludando de mano y besito a las consecuencias de sus actos inescrupulosos y sus políticas neoliberales, que solo en ese momento se dan cuenta de que son gente, pero todo se esfuma tan rápido en cuanto les dan el pañuelo para limpiarse la pobreza de la mano o los labios.

Pero sería incorrecto pensar que no hay otras opciones en este juego de la burla liberal. Hay gente buena con deseos de cambio, trabajando por un mejor país desde una estructura política como un partido. Se les deja el beneficio de la duda y se les desea la victoria. Mas otros están conscientes de algo: las transformaciones solo serán posibles en las calles de las ciudades, en la toma de los campos por parte de los campesinos olvidados, en las tierras de los indígenas despreciados, en la dignidad de los trabajadores que crean las ruedas de la historia.

La lucha es por muchos frentes, pero se puede estar seguro de algo: el sistema electoral burgués es el andamiaje que tiene a los sectores acaudalados en el poder, mas si por ese medio puede cambiarse la historia, bienvenida sea.

Habrá que ver toda la profecía aquí escrita en los próximos meses. Ojalá y no se haga realidad, pero de hacerse, que sea el inicio del despertar de las consciencias hacia la estrella que ha de guiar de nuevo los destinos de los costarricenses: esperanza, solidaridad y amor, en resumidas cuentas: Revolución.

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