Por Sergio Erick Ardón.
De acuerdo con el sentir de muchos pareciera que lo es. Y si ese sentir prevaleciera, si no topara con rechazo y resistencia, estaríamos condenados a ser una sociedad de flojos y de alcahuetas, capaces de permitir los más execrables crímenes políticos sin apenas reaccionar.
Asaltar la hacienda pública, robar lo que es de todos, desfinanciar instituciones, aceptar sobornos, servirse con la cuchara grande disfrutando de pensiones de oro, corromper y dejarse corromper, no son crímenes contra el Estado, son crímenes contra toda la sociedad.
Montar aviesamente una estrategia de mentiras y de engaños, para obtener un fin político, es un crimen sin perdón.
Los costarricenses hemos sufrido todo esto, somos víctimas de la falta de escrúpulos y hemos sido saqueados e irrespetados por políticos que han convertido en forma de vida la desvergüenza y la indignidad.
Todos estos pecados tienen nombres y apellidos. Entre ellos hay ex-presidentes, magistrados, ministros, diputados, jerarcas de toda laya. Personas que han faltado a sus juramentos y compromisos, que han producido serios daños tanto en lo material como en lo moral. Lo material se repone, pero lo moral deja huella más honda, es un daño irreparable.
Pero resulta que en aras de la “concordia nacional”, se convoca como si fueran ciudadanos impolutos a ex-presidentes convictos, a criminales confesos, a aprovechados de siempre, para decidir cuales son los caminos que debemos recorrer para convertirnos en la feliz patria del bicentenario, en la que a todos por igual nos hermanen los festejos. Víctimas y victimarios.
¿Y la moral? ¿y la educación de los nuevos? ¿y el ejemplo a seguir?
Han bastado unas confesiones y unas palabras de arrepentimiento, un artículo denunciando llorosamente que “fui utilizado”, “se aprovecharon de mi ingenuidad”, eso si, sin decir quien fue el canalla. Han sido suficientes unas “inocencias” amañadas, por falta de pruebas, para que entendamos que nadie asaltó a la Caja , que los sobornos del ICE no existieron, que las denuncias y confesiones se debieron a venganzas y a quien sabe que. Que los sueldos y pensiones astronómicas son legales, “yo no moví un dedo, me llegaron graciosamente”.
Y entonces sobre tanta inmoralidad se monta un tinglado de asesores y consultores, para sacarnos adelante, conformado por muchos de los que nos han engañando, utilizado y saqueado.
¿Y la moral? Base impresindible de cualquier solución, ¿dónde queda? ¿dónde está?
Así las cosas, ¿por qué juzgar a Avelino? pidámosle una carta de arrepentimiento, y ya.
Esto lo escribo porque estoy indignado, ¿se nota? Porque estoy alarmado por la escasa memoria y por la magnanimidad con que se ve a los inmorales.
No lo hago con ínfulas de inmaculado, no lo soy, nunca lo he sido. He cometido faltas, e propiciado errores, he dado por sentado lo que no era claro, me he equivocado muchas veces. Todos mis pecados políticos tienen, eso si, una característica, nunca, ni de lejos, he actuado para lograr ventajas personales o para favorecerme, o para engañar o manipular a nadie. Nunca han faltado a la moral.
Por eso es que voy con la frente en alto, y por eso es que creo que tengo la fuerza moral para hacer este llamado.