La catástrofe del empleo: Una somera caracterización

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Por Paulino Vargas Solís*

La Encuesta Continúa de Empleo (ECE) es publicada trimestralmente por el INEC. La primera vez que se elaboró fue en el tercer trimestre de 2010. Ya en ese momento, quedó clarísimo que el país vivía serios problemas de empleo, heredados del impacto de la crisis mundial en 2009.

Son ya 8 años y medio (34 encuestas) que nos permiten tener una visión panorámica interesante y reveladora.

En una primera fase, que llega hasta fines de 2013, se observa que tanto el número de personas ocupadas como el número de personas en la fuerza de trabajo (ocupadas más desempleadas) tiende a crecer, aunque lentamente y con oscilaciones.

Luego usted verá que esos números tienden a reducirse, dentro de un movimiento que se extiende durante aproximadamente dos años y medio, hasta entrado 2016, y que significa que más y más personas (sobre todo mujeres) en edad de trabajar, se “salían” de los mercados laborales.

¿Por qué se daba esta reducción? Pues posiblemente por un efecto de fatiga: la gente se cansaba y hastiaba de buscar un trabajo decente sin poder encontrarlo.

Viene luego una etapa de aumento en esas cifras, pero es un aumento que se da como en dos brincos: uno hacia finales de 2016 seguido de un parcial declive en los datos; y otro salto en el segundo trimestre de 2018, seguido de un estancamiento, hasta los datos más recientes (primer trimestre 2019).

¿Por qué ahora la gente –sobre todo mujeres– retornan a los mercados laborales? Pues posiblemente porque las penurias económicas les obliga a ello.

Desmenucemos un poquito más los datos

Resulta que entre el tercer trimestre de 2010 (III-2010) y el cuarto de 2013 (IV-2013), a lo largo de más de tres años, se agregaron 207 mil personas empleadas.

Y luego, entre el IV-2013 y el II-2016 –más de dos años y medio– el número de personas empleadas disminuye en 134 mil personas (de las cuales, 106 mil eran mujeres).

Y, sin embargo, durante todo ese tiempo, no cesaba de crecer la población en edad de trabajo: en total 159 mil personas más para el período indicado (IV-2013 al II-2016). O sea: crece la población en edad de trabajar, pero decrece la fuerza de trabajo y la población ocupada.

Hacia el tercer trimestre de 2016 esa tendencia se frena: aumento tanto en el número de personas en la fuerza de trabajo como en el número de personas empleadas. Pero, por increíble que parezca, todavía el número de personas empleadas seguía siendo inferior al del cuatro trimestre de 2013. Y siguió siendo así hasta el segundo trimestre de 2018, más de cuatro años y medio después.

En este último trimestre (II-2018), como ya indiqué, se da el “segundo brinco” en los datos. Luego de lo cual, y hasta la encuesta más reciente (I-2019), el número de personas ocupadas crece muy levemente (podríamos mejor decir que no crece), pero en cambio sí crece considerablemente el número de personas desempleadas (en el I-2019 se registran 72 mil personas desempleadas más que en el I-2018).

Vea, además, qué interesante: entre el IV-2013 y el I-2019 (poco más de cinco años), el número de personas empleadas aumenta en 84 mil. En el mismo período, el número de personas en edad de trabajar, que potencialmente podrían tener una ocupación remunerada, aumenta en 309 mil personas.

En otras palabras: la capacidad de creación de empleos de la economía se rezaga muy gravemente con respecto a las demandas de empleo que surgen naturalmente del solo crecimiento de la población.

Pero hay más: en general, cuando la gente decide “salirse” de los mercados laborales (como en el período comprendido entre finales de 2013 y mediados de 2016), los problemas del desempleo y la informalidad laboral, si bien no mejoran, tienden al menos a estabilizarse. En cambio, cuando más gente “se tira” de nuevo a la calle en busca de trabajo, se nota un incremento en el desempleo y la informalidad.

Esto último ha sido muy claro en el último año, desde el “brinco” que se registró en el II-2019 y hasta el I-2019. La gente –en su mayoría mujeres– se lanzó a buscar trabajo, y ello se acompaña de un más que notable incremento en el desempleo y la informalidad. La economía es incapaz de proveerles un trabajito decente.

Así, en el I-2019 tenemos 47 mil personas más desempleadas que en el I-2018 y –lo que es más revelador– 172 mil personas más en la informalidad laboral.

Vea usted: en ese lapso (I-2018 a I-2019) aumenta en 167 mil el número de personas ocupadas y en 172 mil el número de personas en la informalidad. Lo cual significa que, en términos netos, se perdieron 5 mil empleos formales y la totalidad de las personas que se agregaron a la población ocupada fueron en ocupaciones informales.

En resumen: en estos momentos, padecemos los problemas de empleo más graves registrados en los últimos 36 años, desde la crisis económica del período 1980-1982. Un detalle anecdótico, pero muy significativo: por primera vez en los registros disponibles, más de un millón de personas aparecen en la informalidad laboral.

Conclusiones:

1) La situación merece ser considerada una verdadera catástrofe nacional.
2) No es atribuible a un gobierno en específico: nace con Arias en 2009, cruza las administraciones Chinchilla y Solís, y sigue vivo con Alvarado.
3) Ningún gobierno ha hecho nada en serio por combatir tal calamidad.
4) No obstante lo cual, es claro que bajo las administraciones PAC (Solís y Alvarado) ha tendido a agudizarse.
5) Conclusión fundamental: este es el síntoma más agudo dentro de un síndrome de muy amplio espectro, el cual nos grita que el proyecto neoliberal atraviesa una crisis larvada, progresiva, de muy largo plazo, pero muy profunda y posiblemente irreversible.

*El autor es Director CICDE-UNED y Presidente Movimiento Diversidad de Costa Rica.

Fuente: sonarconlospiesenlatierra.blogspot.com


 

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