Hace escasos cuarenta años, las decisiones básicas en materia alimentaria las tomaba cada país en el contexto de sus posibilidades, utilizábamos lo que producíamos, vendíamos o cambiábamos el sobrante por otros productos, estábamos de hecho dentro de las decisiones del auto abastecimiento de alimentos, lo que se denominaba seguridad alimentaria.
Hoy cuando la sociedad global ya pasa los 7,000.000.000 de habitantes, es cuando mayor incertidumbre alimentaria se da, otros toman las grandes decisiones sobre el precio de los granos y nuestros productores (y los productores de otros países) no reciben más dinero por su trabajo, pero los precios se manipulan arbitrariamente en busca de una ganancia secundaria para quienes los producen, creando una incertidumbre innecesaria en materia de alimentación.
Hay en definitiva dos grandes perdedores, los pobres que quedan al garete y los productores que son simples marionetas en manos de las transnacionales del mercado alimenticio.
Costa Rica pertenecer al “cinturón alimentario del planeta” es como muchos otros países productores una pieza clave de la producción agrícola y pecuaria, no obstante nosotros como los demás países hemos visto manipuladas la planificación de los cultivos y su mercadeo, por la mano política influenciada por los grandes capitales extranjeros y ayudados estos por los capitales locales.
En el siglo XVIII en Costa Rica el trigo era parte importante de los productos locales, al paso de los años dio paso al cultivo del café que era más bien beneficioso para pequeños feudos, aludiendo a la susceptibilidad de este grano a la humedad (¿por qué no se utilizó el Guanacaste de aquella época?), así que pasamos a depender del maíz en mayor escala para nuestra alimentación y para alimento de animales de granja.
Las explicaciones para eliminar las plantaciones de trigo en nuestro país son tan pueriles, que basta leer un poco de historia para saber que a quienes “historiaron” esa situación la información les llegó de segunda mano.
Hoy cuando el café dejó de ser tan atractivo para los grandes productores, se llenaron las tierras aptas para su cultivo de infraestructura turística y no tenemos más que continuar importando el trigo.
Eso muestra una pequeña parte de la realidad alimentaria nacional. No deberíamos depender de un Hub de granos como el de Chicago para la decisión de los precios, los países mesoamericanos deberían integrar un Hub de granos, que sería más productivo que ese esperpento llamado Parlacén.
A cómo está el mundo, es mucho más importante un plato de arroz y frijoles que una camisa o una blusa o un celular, aun cuando nos cueste comprenderlo y aceptarlo.