Pero también nos enteramos que cuando las burbujas estallaban en las copas de doña Laura y de sus ministros, el Fiscal General de la República denunciaba que el autor intelectual del asesinato de Facundo Cabral, es un tico de apellido Jiménez. Según el fiscal Chavarría, Jiménez lidera una banda del crimen organizado instalada amplia y confortablemente en Costa Rica, con 29 sociedades anónimas, las cuales tienen inscritas lujosas propiedades y vehículos, valoradas en millones y millones de dólares. Sus integrantes, por lo visto, se mueven como peces en el agua por los guettos de lujo que crecen en nuestro país, sin que nadie sepa a ciencia cierta cómo se ganan la vida los que los disfrutan.
¿Entonces? Costa Rica es una guarida de narcos y delincuentes, una lavandería donde se blanquean diariamente millones de dólares–lo dijo el ex ministro Fernando Berrocal– ¿Y la seguridad del Estado? ¿Y los cuerpos de policía? ¿Dónde están? La DIS que continúa en sus tareas de policía política no para combatir a los delincuentes, sino para vigilar a los opositores. Miles de policías tomaron el 25 de julio la ciudad de Nicoya, para vigilar a campesinos y trabajadores. ¿Más impuestos? ¿Más policías? ¿Para qué? Tenemos derecho a saber y a exigir.
