Hijo de campesinos, tuvo sin embargo la oportunidad de estudiar arquitectura en Barcelona. Ya en las aulas universitarias destacaba por su originalidad, al punto que en su graduación un profesor suyo dijo que “no sé si entrego el título de arquitecto a un genio o a un loco”, frase que se hizo célebre.
Cuando era joven vestía con prendas de gran calidad, después de los 40 años se decantó por ropas más sencillas. Gaudí tenía una salud frágil, que lo hizo inclinarse por el movimiento naturalista vegetariano. Leía libros de los naturistas alemanes Kneipp y Kuhne, recién traducidos al español en esa época.
Se duchaba con agua fría, dejó de fumar y hacía largas caminatas. Solía caminar desde el Parc Güell hasta la Sagrada Familia. Dormía con la ventana abierta y solía ayunar. Si alguno de sus artistas y obreros en la Sagrada Familia se enfermaba, lo visitaba y aconsejaba, aunque a veces en contra de los médicos.
Las cuevas y cavernas son un tipo de arquitectura que la naturaleza entrega. El ser humano se desvió poco a poco de la arquitectura natural, hasta que Gaudí se percató de ese cambio, estableciendo que la mansión humana no debe responder solo a necesidades físicas y laborales, sino también a las emocionales, religiosas y espirituales. Retornar a los orígenes, sin perder lo alcanzado en arquitectura.
Gaudí se inspiró en la montaña sagrada de Montserrat para muchas de sus obras, como la Sagrada Familia, que reproduce las formas de dicha montaña. Se guiaba en formas de la naturaleza para realizar sus creaciones.
Propuso en sus edificaciones una vía de crecimiento personal a través del arte, de la mano con el cristianismo no tradicional y la naturaleza. Gaudí llevó a la arquitectura a otro nivel: al de arte.