Esto último es particularmente importante para un católico practicante, debido a que abona las añoranzas y la esperanza en un mañana mejor para toda la humanidad.
El advenimiento de un latinoamericano en la cátedra de San Pedro es un hecho sin precedente en dos mil años de historia, y debe importarnos al menos a los católicos.
Francisco I, un hombre de acción humanitaria conocida por sus conciudadanos, jesuita, culto, hombre de oración y acción, no tiene carro, viaja en metro, no tiene cuenta bancaria, no habita el palacio arzobispal de Buenos Aires, sino que lo hace en un pequeño apartamento junto a otro sacerdote, normalmente no viaja, se cocina su comida, visita dos veces por semana solo, los hospitales brindando apoyo espiritual a quienes sufren.
No es lo que uno normalmente ve en un obispo o un cardenal y por esa razón llama más la atención. Hombre de fe, de oración y de acción, proclive al diálogo interreligioso, muestra la esperanza de un acercamiento con los musulmanes y con los judíos, además de las diferentes denominaciones cristianas.
La elección del nombre Francisco ha sido tomada por algunos como una clara alusión al Santo de Asís, que aunque muy meritorio, no va por ahí y aunque aun no lo hemos leído u oído, podemos tener seguridad de que el nombre elegido es por San Francisco de Javier, un jesuita famoso en el siglo XVI por su labor evangelizadora incansablemente en pro de los pueblos más pobres de Asia donde su celo apostólico quedaba claro con quien se topara, trataba de llevar el mensaje de Jesús a todos los que estaban a su alrededor con gran entusiasmo. Muere antes que el fundador de la orden de los Jesuitas: Ignacio de Loyola.
El Papa Francisco I es famoso porque “no negocia con la verdad”, esto claro está, le ha acarreado admiradores y por supuesto detractores: a nadie le gusta que le digan la verdad…y él la dice.
En este tempestuoso siglo XXI, cuando ya no sabemos hacia dónde volver los ojos, aparece un pontífice que dice la verdad, que defiende la vida humana hasta el momento mismo de la concepción, no gusta de los eufemismos que pretenden disfrazar la mentira de verdad y la verdad de mentira.
Titánica labor le espera a este hombre culto y de gesto amable, rodeado por doquier de una humanidad cada vez mas deshumanizada y materialista, que cada día sacrifica al prójimo en beneficio personal, sin detenerse a pensar que las cosas materiales no pueden ser la guía de una vida, aunque se necesiten para vivir, las cosas materiales nunca pueden ni deben desplazar a las cosas espirituales, trascendentales y eternas.
A todos nos importa lo que sucede con el mundo, no podemos cambiarlo, pero si adoptamos formas de vida humanizada, estaremos logrando entre todos edificar un mejor mañana.
Esperaremos con ansiedad la primera carta encíclica de Francisco I, que marcará sin duda alguna el rumbo de su pontificado.