En el diario vivir de nuestras sociedades, observamos cómo un día sí y otro también, los machistas asesinan a las mujeres por cualquier motivo.
Para las personas que nunca han estado inmersas en la espiral de violencia doméstica, resulta muy fácil ofrecer opiniones, lineamientos y juicios contra las mujeres que la sufren.
De nada vale tratar de hacerles entender que las mujeres no escogen ni les gusta ser agredidas, en la mayor parte de las ocasiones, la violencia se va dando de manera progresiva y tan sutil que las agresiones no se perciben como tales sino como hechos aislados y casi justificables.
Muchas de las mujeres agredidas ni siquiera tienen verdadera conciencia de serlo debido a que nacieron, crecieron y se desarrollaron en ambientes de agresión patriarcal en donde la norma es que el padre sea el proveedor, se hace lo que él dice porque lo dice mientras se viva bajo su techo y protección. Debe aceptarse sí o sí lo que él haga, esté bien o mal, no existe lugar para la discusión, el debate de ideas o comprensión hacia las necesidades específicas de las mujeres. Ellas reciben sobrantes tanto en sus necesidades físicas como psicológicas y afectivas, si es que algo queda.
La raíz de todos los males proviene de las creencias de los practicantes de las tres grandes religiones monoteístas del mundo, en donde muy a conveniencia de manipuladores y sociópatas, la mujer es cosificada, parte del botín si es virgen o alabada si es sumisa al varón.
A los hombres históricamente y por el poder de su fuerza bruta, se les ha otorgado enseñorearse de todo lo que le rodea.
Resulta común encontrar tanto en los textos sagrados como en sus diversas mal interpretaciones, versículos que fomentan el tomar a la mujer por la fuerza para convertirse en el premio a sus batallas imaginarias o reales.
A la mujer por su parte, se le consideraba inmunda o cualquier cosa que tuviera contacto con ella si se encontraba menstruando, incluso si daba a luz a una niña el período para purificarse solía ser el doble que cuando nacía un varón.
No se vaya a creer que estos mandatos primitivos o divinos pasaron de moda. La legislación vigente en Costa Rica por ejemplo, menciona a la hora de contraer matrimonio que la obligación de la manutención de la familia, recae en el varón, lo cual le convierte ipso facto en la cabeza de la misma. La mujer si desea puede ayudar aunque no es su obligación.
Esto demuestra, por qué cualquier modelo de familia que se salga de esta norma atenta contra la falsa masculinidad que las religiones han propagado desde que la humanidad existe como tal.
Basta con observar cómo en el judeocristianismo, Eva fue la causante del pecado original por querer conocer el bien y el mal. Aunque Adán también probó el fruto prohibido, la culpa la tuvo ella por ofrecérsela.
Si bien es cierto, en el Nuevo Testamento Jesús jamás predicó en contra de la mujer, todo lo contrario, les perdonó pecados y expió de culpa, se hacía acompañar de muchas de ellas, algo impensable para la época; los apóstoles y demás seguidores luego de su muerte y resurrección retomaron la misoginia, de tal manera que encontramos aberraciones como las siguientes:
“Las casadas estén sujetas a sus propios maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador”. Efesios 5:22-23
“Vuestras mujeres callen en las congregaciones; porque no les es permitido hablar, sino que estén sujetas como también la ley lo dice.
Y si quieren aprender algo, pregunten en casa a sus maridos; porque es indecoroso que una mujer hable en la congregación”. Corintios 14:34-35
“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción.
Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en trasgresión.
Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación con modestia”. 1 Timoteo 2:11-15
A través de los años y el desarrollo de la civilización, nada mejoró, todo lo contrario, tenemos entre los iluminados de la iglesia, opiniones como las siguientes:
“Las mujeres no deben ser iluminadas ni educadas en forma alguna. De hecho, deberían ser segregadas, ya que son causa de insidiosas e involuntarias erecciones en los santos varones”. San Agustín de Hipona.
“Tengan a sus hijos y hagan como puedan; si mueren, benditas sean, porque seguramente mueren en medio de una noble labor y de acuerdo a la voluntad de Dios…así ven ustedes como son débiles y poco saludables las mujeres estériles; aquellas bendecidas con muchos niños son más saludables limpias y alegres. Pero si eventualmente se agotan y mueren, no importa. Que mueran dando a luz, que para eso están”. Martín Lutero.
“El organismo de las mujeres está dispuesto al servicio de una matriz; el organismo del hombre se dispone para el servicio de un cerebro”. Federico Arvesu, médico jesuita “La virilidad y sus fundamentos sexuales”.
Después de todo esto, no se necesita respuesta a la pregunta: ¿Por qué tantos hombres y algunas mujeres justifican el machismo?
La ignorancia puede ser combatida y vencida solamente con sabiduría, justicia y valores. De ahí que comenzar por erradicar de nuestra Constitución Política y demás leyes que contengan todo atisbo de patriarcado, machismo y misoginia; debe ser el primer paso para lograr la tan temida pero urgente equidad de género.
Cuando en una sociedad la mujer es tratada de manera justa, ésta logra un desarrollo equilibrado y gana en todo sentido.
El machismo mata, la ignorancia también.
A la humanidad le ha tomado miles de años tomar conciencia de la importancia de los diferentes roles que la mujer puede y debe practicar, queda mucho por hacer y por ganar.
No tema ser parte del cambio que quiere ver en el mundo. Las mujeres no son competencia, enemigas o artífices de los fracasos del varón. Todas y cada una de ellas libran idénticas batallas y problemas que el resto de la humanidad, con la pequeña gran diferencia de que no solo debe luchar contra los mismos obstáculos que los hombres, sino también contra los que las consideran seres inferiores.