Hace cuatro años, le escribí una carta a Luis Guillermo Solís. En alguna esquina del universo digital tiene que estar. Esa carta tiene varios errores: primero, se lo dirigí sólo a él. Segundo, en la carta yo le pedí resultados sólo a don Luis Guillermo Solís, antes de realmente comprender quiénes son los actores en nuestro país.
Nunca antes había sentido yo un proceso electoral tan dinámico como este. Caras nuevas en partidos viejos. Partidos nuevos con caras viejas. Candidatos cuestionando la esencia institucional y democrática de nuestro país. El surgimiento de nuevos medios y la consolidación de las noticias falsas como parte de nuestro ser costarricense.
Ciertamente, una señal de las elecciones a venir.
Entonces hoy, cuatro años más tarde, escribo otra carta, a otras personas.
A Carlos Alvarado, lo felicito. Es usted el nuevo Presidente electo de nuestra República. Me alegra muchísimo y cuenta con todo mi apoyo. Pero las expectativas son altas, algo que seguramente usted ya sabe.
Lo que es cierto es que usted y su equipo de múltiples banderas cuenta con el apoyo de más de 1,27 millones de costarricenses. Poca cosa no es. Usted y su equipo tienen un gran beneficio que es darle continuidad a proyectos vitales para el país. Contarán con el aporte de nuevas ideas, frutos de la alianza que se formó.
Pero también, existe la enorme posibilidad de continuar en traspiés y errores que cometieron en el pasado. Aunque haya seguido a su bandera, no significa que soy ciego a estos.
Por eso, desde el primer día, hasta el momento en que ustedes presencien las próximas elecciones en el 2022, estaremos vigilantes.
También aprovecho para escribirle a la Asamblea Legislativa. Primero que todo, felicito a los nuevos diputados electos. Las provincias han hablado y los escogieron a ustedes.
Algunos no tienen experiencia en este campo, lo que les hará el trabajo más difícil. No por eso les vamos a pedir menos, especialmente aquellos que estuvimos opuestos a su ideología. Dentro de poco asumirán los puestos y mucho descansa en sus hombros.
Las elecciones hablaron de la realidad costarricense. Esos votantes siguen ahí: en Limón, en Puntarenas, en Guanacaste. En las costas y en las zonas olvidadas de nuestro GAM. La ilusión que tenían no desaparecerá con el color de la bandera. Ellos no sólo son votos. Son sueños, miedos, deseos y frustraciones. Escuchen a sus provincias.
A todos los poderes de la República: el país está en una cuerda floja. Existen factores claves que muchos partidos no atendieron con seriedad en la campaña: disparadores de gasto, corrupción, déficit fiscal, infraestructura. Bueno, la campaña ha terminado. Los problemas siguen ahí y es labor de ustedes enfrentarlos.
A la prensa, a la cual amo y, a falta de mejores palabras, odio, también le escribo. Tenemos la capacidad de moldear el pensamiento de las masas. Cuánto poder tenemos y nos olvidamos de esto. Pero es una capacidad cada vez más débil.
Coexistimos con ciudadanos cada vez más informados, y como vimos, más unidos. Nuestra verdad, lo que considerábamos absoluto, no es más que algo flexible, difuso, complejo. Navega las redes a la merced de las emociones y pasiones. Los tiempos han cambiado y es hora de movernos con ellos.
Nuestra poder—y responsabilidad—yace en que hagamos nuestro trabajo bien.
Para cerrar, enlisto unos logros. El menor abstencionismo en cualquiera de las segundas rondas, en una Semana Santa. Coaliciones con más de doscientos mil integrantes. Provincias con 75% de votantes. Presión civil contra la amenaza de Derechos Humanos. Ciudadanos informados y—quitando excepciones—en aras de la paz y el diálogo.
A la colectividad, felicidades. Celebremos y recordemos que la sociedad también incluye a aquellos que sufren hoy una derrota. Que nunca se pierda esa unión. Especialmente ahora.
Es momento de ponerse la camisa y salir a trabajar. No le digo a usted, don Carlos, ni a los poderes, ni a la prensa. Me digo a mí mismo y a todos los ciudadanos de este país. Al fin y al cabo, una buena empresa, con su buen gerente, no es nada sin buenos colaboradores.