***Por Albino Vargas Barrantes.
Acabamos de presenciar uno de los espectáculos de la política circense costarricense más denigrantes de los últimos tiempos.
El banquero Leonel Baruch Goldberg, en pleno parlamento y a viva voz, se rajó en contra de la diputada oficialista doña Pilar Cisneros Gallo (sin duda alguna la segunda capitana a bordo del barco político-Ejecutivo del país, en estos momentos), acusándola de que ella le planteó “unir fuerzas” para traerse abajo el “poder” del periódico La Nación, el cual, a no dudarlo, es un actor político de primer orden en la disputa por el control hegemónico-ideológico real de la cosa pública del país.
No pocos pensamos que en estos momentos lo que está sucediendo en el país es una disputa por el control ejecutivo de la dirección económica de los meganegocios del alto corporativismo empresarial; disputa que se manifiesta entre una élite recién llegada a la acción gubernativa directa (Chaves-Pilar y sus adláteres), versus la anterior, PAC-Alvarado y sus soportes del periodismo de odio: la propia La Nación, CRHoy y el negocio de noticias de los Picado.
Un pleito entre élites: la que comprende a doña Pilar y su esfera de influencia, por una parte; y, por la otra, la del banquero Baruch y su esfera de acción de negocios.
A lo interior de cada uno de esos dos bandos, de seguro boquean y respiran connotadas personalidades de la política tradicional del bipartidismo PLUSC-PAC, buscando el “acomodo” que les permita la sobrevivencia, básicamente, económica, propia y de sus núcleos familiares y político-sociales.
El todo mercado-nada Estado, la reversión de los derechos laborales y sociales conquistados (proyecto jornadas 4/3), la privatización de las mejores y más rentables empresas públicas (en lo inmediato, casos de INS y BCR), la preservación del injusto y corrupto sistema tributario, así como la prioridad absoluta al pago de intereses de la deuda pública, tanto como el debilitamiento paulatino hacia su privatización de la emblemática Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), entre otros aspectos de interés del alto corporativismo empresarial.
Sin duda alguna, representan puntos comunes y de encuentro entre ambas élites, de tal suerte que el espectáculo circense que hemos visto para nada pone en riesgo la posición hegemónico-ideológica de las mismas como conjunto de real poder dentro de la sociedad costarricense del momento.
La verdad es que ambas partes son un todo único: la misma élite con dos grupos en disputa en su interior: Baruch contra Pilar… Pilar contra Baruch: es un pleito de palacio.
El siguiente pensamiento me lo envió un distinguido costarricense que está fuera del país y que es puntual seguidor de los acontecimientos nacionales: “La historia es la escena continua de lucha entre oligarquías mafiosas, unas que se montan por unos años con sus leyes a favor hasta que viene un ‘turning point’ y se encumbra otra oligarquía criolla mafiosa… el Pueblo nunca ha sido Soberano”.
Éste es el punto: Urge el papel del pueblo reclamando la soberanía que le es inherente a su esencia. Para el caso costarricense, es claro que hay abundante material social para construir lo que podríamos denominar un polo de poder “anti-élite”.
En realidad, es el desafío de la construcción de un poder de vocación democrática real y genuina, teniendo como centralidad de la acción política la entronización de la búsqueda y de la promoción del bien en toda política pública para fomentar la inclusión social-económica y productiva. Suena “cajonero”, parece “gastado”, dirán algunos. ¡Pero no! Todo lo contrario. ¿Por qué?
Porque en esas élites, o en esa élite con dos bandos “confrontados”, ni la mejor distribución de la riqueza, ni la transformación tributaria estructural, ni la reingeniería de la deuda pública, ni la cobertura universal en Salud y en Seguridad Social, ni el fortalecimiento de la Educación Pública, ni la producción agropecuaria nacional, por ejemplo, son objetivos de política estratégica para un real desarrollo democrático en la Costa Rica del Siglo XXI.
Y podemos seguir mencionando varios campos de acción de política pública, con humanismo integrador, que esperan por un vuelco de poder hacia el campo de lo popular-social. Gigantesco desafío, pero no imposible.
*Vargas es Secretario General de la Asociación Nacional de Empleados Públicos y Privados (ANEP).
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