Científicos de varias universidades australianas, en colaboración con la Universidad de Barcelona, han medido la capacidad de reacción al volante de doce voluntarios sanos, de los cuales los bebedores habituales y los que no nunca habían injerido alcohol, antes del experimento, se excluyeron de participar en el test de simulación de conducción que duró dos días.
Esto con el fin, de comparar los efectos del uso del móvil con los del alcohol a la hora de conducir un vehículo.
“En el experimentos los voluntarios tenían que mantener su posición en el centro del carril de la izquierda de la pantalla, a una velocidad de entre 60 y 80 kilómetros por hora y frenar cada vez que veían aparecer un camión”, explicó Sumie Leung Shuk Man, coautora del estudio.
Esto dio como resultado que una conversación telefónica con alta demanda cognitiva, o contestar a un mensaje de texto, equivale a una tasa de alcoholemia por encima de lo permitido.
Cuando se trataba de una conversación simple, a través del manos libres, los efectos eran comparables al nivel de alcoholemia de 0,04 g/l –que está por debajo del límite legal de 0,5 g/l de países como en España y Australia.