Por Rogelio Arce.
Aunque llevamos recorridos trece años, el siglo veintiuno apenas comienza, tenemos una lucha titánica por delante. Los retos de la generación de nuestros padres eran sobrevivir a las grandes conflagraciones mundiales y a la guerra fría, los nuestros son el cambio climático, la globalización y el hambre como fenómeno generalizado.
El cambio climático ya está entrenosotros, es un hecho que no admite negación, causas múltiples, efectos diversos que nos harán aprender a vivir dentro de la adversidad climática, veranos más calientes e inviernos con precipitaciones de lluvia más aislada pero con mayores cantidades por vez. Lo único que podemos indiscutiblemente hacer todos sin esfuerzo es sembrar árboles y más árboles, tratando de convertir los suelos en tierra más estable y a la vez aumentar la captación de CO2. No utilizar combustibles fósiles más allá de lo necesario, buscar medios de transporte colectivo más eficaces y más amigables con el ambiente.
La globalización está aquí, poco podemos hacer para escapar de su esfera de acción, pero si podemos evitar ser seducidos por su hedonismo enfermizo. El hambre, estuvimos acostumbrados a ver el hambre en África como la única realidad, ahora el hambre se da por doquier y por dos razones diferentes, la mala distribución de la riqueza y el cambio de sociedad rural por una sociedad industrial que se ha olvidado de producir al menos los alimentos básicos, decía Mahatma Gandi que “olvidarnos de cultivar la tierra es olvidarnos de nosotros mismos”, yo agregaría que además del cultivo de la tierra es imperativo producir proteínas animales para consumo humano: ganadería y porcicultura, granjas de aves y piscicultura.
No podemos abandonar el sector agropecuario por poco rentable, es la base de la subsistencia, con dinero solo no se come. Hablo de grandes reformas en el sector agropecuario, donde el gobierno que venga deberá tender la mano a los productores para protegerlos, no con cargas arancelarias sino con justicia comercial, donde el grueso del dinero no se quede en manos de los intermediarios como ha sido la costumbre. Un agricultor de Tierra Blanca o de Zarcero, viene a entregar sus productos a los mercados de abastos y desea venderlos para regresar a su tierra, ahí es donde son estafados por los lobos de la intermediación: les pagan lo que les da la gana y el campesino se regresa a su tierra, es lo único que sabe hacer.
Para no ir contra los tratados de libre comercio, el gobierno debe crear “verdaderas cadenas de frío”, donde los productos sean almacenados y redistribuidos adecuadamente, sin la prisa que caracteriza a las mal llamadas ferias del agricultor, convertidas en ferias del intermediario. Los productores de carne, llevan un camión de ganado hasta trescientos y más kilómetros de la finca y deben aceptar los precios de los matarifes que son los que deciden que tanto ganará o perderá el productor, las “cadenas de frío” evitan esta mala distribución del valor real y del valor final de la carne, por ejemplo.
Tenemos qué regresar a la tierra, poner no sólo los pies en la tierra, sino la mente y las manos en ella: la tierra es la que produce la alimentación, revisemos los programas existentes y criemos nuevas técnicas logísticas para los productores y para los consumidores, el gobierno puede ganar dinero cobrando por hacer justicia a esos dos grupos que son los que más sufren.