Entre estas están las altas tasas de embarazo adolescente, la violencia –doméstica, sexual y en las escuelas- y la falta de un enfoque de equidad de género en los currículos educativos.
Según esta investigación, estos factores son responsables de limitar su desarrollo, principalmente en el hecho de culminar oportuna y adecuadamente sus estudios secundarios.
En América Latina y el Caribe, poco más de 104 millones de niñas en la región experimentan rezagos en sus oportunidades de desarrollo futuro por ser jóvenes y por ser mujeres.
Este trabajo que se elaboró durante más de un año, hace especial énfasis en la situación de las niñas que viven en zonas rurales y urbanas marginales, y de las que pertenecen a grupos étnicos minoritarios (indígenas y afro descendientes).
“La condición de género y edad marca una doble discriminación que las margina y excluye de acceder a muchas oportunidades, servicios y beneficios, en especial al derecho a una educación de calidad. Si a estas condiciones le sumamos otras, como su origen étnico o alguna condición de discapacidad, su situación se agudiza y se complica aún más”, agrega el estudio.
Con respecto al ámbito escolar, se hace referencia a la ausencia de un enfoque de equidad de género en la educación, debido a que los currículos pocas veces abordan el tema de género de forma que no se perpetúen los estereotipos de mujeres y hombres en la sociedad.
Además, entre los principales datos que se muestran destaca el hecho de que un año adicional de educación secundaria aumenta los ingresos potenciales de una niña de 15% a 25%, así como que el 75 millones de niñas del mundo no están escolarizadas y, a nivel mundiala una de cada tres niñas se le niega una educación secundaria.
La principal causa de muerte para las mujeres jóvenes de 15-19 años en los países en desarrollo es el embarazo.
La campaña “Por ser niña” tiene como objetivo incrementar el número de niñas que recibe aprendizaje de calidad en los países donde viven las poblaciones más vulnerables y excluidas, esto quiere decir que salen de la escuela, no solamente con la capacidad de leer y escribir, sino con habilidades para la vida que contribuyen a traer igualdad al hogar, al trabajo y a los procesos públicos de toma de decisiones desde el parlamento al consejo local o al comité de gestión escolar.
Lo que se traduciría en la capacidad de obtener un trabajo digno en igualdad de condiciones que los hombres y niños, ya que las mujeres con educación son mucho menos propensas a soportar la violencia o a creer que es parte del orden establecido.