El Estado somos todos

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Rogelio Arce
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Rogelio Arce
Rogelio Arce

Por Rogelio Arce.

El mundo entero tendrá que cambiar el rumbo. Hace un siglo, las grandes extensiones de tierra ociosa eran comunes y no llamaban la atención, hoy por hoy, con una población de 7.000.000.000 de habitantes, no se puede aceptar bajo ningún pretexto.

Las reformas agrarias fracasaron, porque sencillamente los pequeños productores no pudieron vérselas con mantener los minifundios y a sus familias. Mientras un chino pobre vive con dos dólares al día, un costarricense pobre lo hace con mil cólones, vivir en sí no sería justo decir, sobrevive y mal, es lo acertado. Mientras algunos directores de instituciones ganan sueldos multimillonarios, miles de muchachos no encuentran trabajo digno, pese a su preparación académica.

Estamos en un momento histórico, donde por seguridad (si no por dignidad), tendremos que repensar qué tipo de Estado queremos para las generaciones actuales; un Estado con abismos entre los diferentes grupos sociales, o un Estado donde mejoren las condiciones de vida de todos; un estado donde unos comemos y otros no comen, donde unos tenemos esperanza y otros carecen hasta de eso.

Estamos en una encrucijada que o resolvemos a favor de todos, o nos aplasta a todos por igual; si el estado benefactor fue un alcahuete, repartidor de migajas mientras los que repartían se llenaban sus bolsillos, dejó al final de funcionar hundiendo a grandes sectores de la población en una vorágine de desigualdad. Las ideologías como las conocemos, han demostrado ser ineficientes porque al final el más vivaz se come al más sencillo.

Hablar hoy por hoy de comunismo, de socialismo o de liberalismo, es una verdadera ausencia de sentido común; lo que el mundo necesita es la búsqueda del bien común, aunque a muchos les moleste. Con el capitalismo desbocado, hasta los organismos prestatarios multinacionales han perdido sentido. Hace unos treinta años, en algunas esferas intelectuales se hablaba del no pago de la deuda externa como una alternativa razonable; hoy día aunque no se mencione, es la única alternativa viable.

A la fecha, muchos se empecinan con comprar e invertir dinero en oro, siendo mucho más viral el agua y el alimento que el oro en sí mismo; los capitales en los bancos apenas reciben un mediocre estipendio por intereses, que no cubre la devaluación adquisitiva de la moneda, se guarda por guardar, porque la razón del ahorro ha desaparecido. Los regímenes de pensiones, que daban una falsa sensación de seguridad hace treinta años, hoy por hoy están en bancarrota o con balances negativos insostenibles.

Nada brinda seguridad en el mundo actual, ni siquiera el dinero por sí sólo, las masas desocupadas demandas atención y con sobrada justificación; los gobiernos no tienen respuesta porque quienes los dirigen no comprenden lo grave de la situación de la mayoría de los ciudadanos.Reformas sociales imperativas, con el beneplácito de las mayorías, no hay otra alternativa para que el orden social se reorganice y empiece a crecer dentro de parámetros sociales y económicos viables.

Hemos olvidado que el estado somos todos, el estado no es más que un sistema administrativo al servicio de todos sus ciudadanos, no de unos pocos; no se puede gobernar en provecho propio ni en beneficio de ciertos grupos poderosos, se debe gobernar para todos, pero ante todo para las masas más desposeídas, sin menoscabo de los demás grupos sociales. O cambiamos el rumbo o la realidad nos destroza a todos.

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